La pérdida, ese reposo esperando la nada, ese sentir de amargo recuerdo. Una experiencia que no se olvida, un lugar donde tenues las vivencias se eligen. El recuerdo o el olvido, que magnífica elección de vida y muerte. No hay recuerdo sin olvido. No hay olvido sin recuerdo.
Una imagen de dolor: un adiós un hasta siempre. Comprender que la ausencia es necesaria para sobrevivir de nuevo. Que aquello que se marcha, queda, ya para siempre y que cada uno lo guarda como anhela, por pura protección o cobardía no se enfrenta a su recuerdo y que la perdida es la fatal ausencia de uno mismo, del que fue y ya no se encuentra en otro lugar de aquella pretérita manera.
Incluso lo eterno se marchita si es verdadero. Hace falta valor para volver a buscarse en lo que éramos, puesto que lo que fuimos ya no seremos. Pasa el tiempo y posponemos el retrato. Ya nadie se vacía en los anhelos. Esperamos una respuesta a un problema propio, a una consciente y nublada falta de identidad propia. Al final tu mismo te eliges.
Se deja pasar el tiempo, pero los recuerdos no envejecen, a veces te atrapan, te enroscan en una letanía de muerte. Uno se hace el ciego y otro miente. Cada uno a solas lo descubre, su íntimo secreto, su misteriosa pérdida.
Me hago viejo y ya no siento. Vaga excusa. El dolor me hizo de hierro. Argumento cobarde pero cierto.
Una imagen de dolor: un adiós un hasta siempre. Comprender que la ausencia es necesaria para sobrevivir de nuevo. Que aquello que se marcha, queda, ya para siempre y que cada uno lo guarda como anhela, por pura protección o cobardía no se enfrenta a su recuerdo y que la perdida es la fatal ausencia de uno mismo, del que fue y ya no se encuentra en otro lugar de aquella pretérita manera.
Incluso lo eterno se marchita si es verdadero. Hace falta valor para volver a buscarse en lo que éramos, puesto que lo que fuimos ya no seremos. Pasa el tiempo y posponemos el retrato. Ya nadie se vacía en los anhelos. Esperamos una respuesta a un problema propio, a una consciente y nublada falta de identidad propia. Al final tu mismo te eliges.
Se deja pasar el tiempo, pero los recuerdos no envejecen, a veces te atrapan, te enroscan en una letanía de muerte. Uno se hace el ciego y otro miente. Cada uno a solas lo descubre, su íntimo secreto, su misteriosa pérdida.
Me hago viejo y ya no siento. Vaga excusa. El dolor me hizo de hierro. Argumento cobarde pero cierto.