miércoles, 24 de marzo de 2010

Pérdida

La pérdida, ese reposo esperando la nada, ese sentir de amargo recuerdo. Una experiencia que no se olvida, un lugar donde tenues las vivencias se eligen. El recuerdo o el olvido, que magnífica elección de vida y muerte. No hay recuerdo sin olvido. No hay olvido sin recuerdo.
Una imagen de dolor: un adiós un hasta siempre. Comprender que la ausencia es necesaria para sobrevivir de nuevo. Que aquello que se marcha, queda, ya para siempre y que cada uno lo guarda como anhela, por pura protección o cobardía no se enfrenta a su recuerdo y que la perdida es la fatal ausencia de uno mismo, del que fue y ya no se encuentra en otro lugar de aquella pretérita manera.
Incluso lo eterno se marchita si es verdadero. Hace falta valor para volver a buscarse en lo que éramos, puesto que lo que fuimos ya no seremos. Pasa el tiempo y posponemos el retrato. Ya nadie se vacía en los anhelos. Esperamos una respuesta a un problema propio, a una consciente y nublada falta de identidad propia. Al final tu mismo te eliges.
Se deja pasar el tiempo, pero los recuerdos no envejecen, a veces te atrapan, te enroscan en una letanía de muerte. Uno se hace el ciego y otro miente. Cada uno a solas lo descubre, su íntimo secreto, su misteriosa pérdida.
Me hago viejo y ya no siento. Vaga excusa. El dolor me hizo de hierro. Argumento cobarde pero cierto.